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05.02.2021


LA CONSCIENCIA DEL CUIDADO


Hace 25 años que Ringana irrumpió en el mercado del cuidado personal como una alternativa a todo aquello superfluo, dudoso y, sobretodo, insostenible.

El agujero de la capa de ozono. ¿Os acordáis? Todo comenzó con él. Aquella alarma hizo desvelar las primeras conciencias. Hasta entonces, la ecología era una entelequia, la respuesta apocalíptica en una amenaza cuestionable. Una generación después —y pese a que el agujero parece haberse reducido hasta el punto de tener que dejarle de llamar agujero—, el ecologismo se ha expandido dentro de nuestras consciencias hasta, casi, convertirse en un instinto. Las marcas lo han entendido y se afanan en reivindicar su conciencia ecológica. Algunas desde una impostura estrafalariamente mercadotécnica; otras desde la más noble responsabilidad corporativa; y todavía un poco más allá, Ringana.

1996, Austria. Andreas Wilfinger y Ulla Wannemacher tienen una revelación: un buen día se paran a leer los ingredientes de un tubo de pasta de dientes que su hijo ha traido de la guardería. Quedan asombrados por la cantidad de sustancias de dudoso efecto que el dentífrico contiene. Con la mosca detrás de la oreja, revisan otros productos de cuidado de la piel y llegan a la misma conclusión: hay que encontrar una alternativa a la cosmética convencional. Una alternativa que, en esencia, apueste por la frescura. Visionarios, crean Ringana.


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¿Cuáles son los fundamentos de Ringana?

1. Una apuesta radical por las sustancias activas

La cosmética convencional contiene ingredientes (conservantes artificiales, microplásticos, aceites minerales) que no sólo son nocivos sino totalmente irrelevantes para la eficacia. Los productos Ringana, por el contrario, contienen exclusivamente sustancias puras y útiles. ¿El handicap? Uno que, al fin y al cabo, no es tal: su caducidad. ¡Atención, no os altertéis! Un producto de Ringana dura lo que tiene que durar una vez abierto. Lo que no puede es almacenarse indefinidamente en los estantes de un almacén. En otras palabras: su supuesta debilidad es su garantía.

2. La naturalidad

Ejemplo: los productos Ringana huelen a lo que contienen, sin ningún añadido adicional. Huelen a belleza —si nos lo permitís—, a esa naturalidad elegante y bien entendida que hace a las personas lucir como verdaderamente son. Los estándares de calidad de esos principios naturales son controlados hasta el extremo para garantizar su eficacia y su frescor.

3. Una consciencia (realmente) ecológica

Prueba de ello, sus envases. De bioplástico e incluso de vidrio. El objetivo de Ringana es acabar con el plástico de los baños y, de paso, también con el despilfarro de papel y cartón de la industria cosmética. Tanto es así que los frascos de vidrio llegan a sus consumidores envueltos en toallas de algodón biológico de la región austríaca del Waldviertel, una idea por la que Ringana fue premiada en 2011 con el Luxe Pack Award.

En definitiva, que parece tan obvio el hecho que Mundana debía contar con una línea de cuidado personal como el hecho que debía ser Ringana la marca que ocupara ese espacio. Y si aún no estáis suficientemente convencidos, pasad por nuestro Showroom y permitidnos que os echamos unas cremecillas...



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